El Sector Hostelero: Burbuja o irresponsabilidad
Instituciones, Medios de comunicación, entidades sociales y diferentes personas están ofreciendo una visión sobre nuestro Sector que (por parcial, sesgada o deliberadamente manipulada), en poco o en nada ayuda a entender la situación real de nuestras pymes y microempresas:
a) En principio estamos en un mercado donde la libertad (de implantación) de empresa es un axioma incuestionable; de hecho, de los más de 100 municipios que tenía Bizkaia, Bilbao –por ejemplo- ha sido una excepción donde durante décadas se impedía la creación de nuevas actividades. Ahora, presionado por la Directiva Bolkestein, el Ayuntamiento no podía seguir negando o informando desfavorablemente sobre peticiones para instalar nuevas actividades; y de ahí nacieron los establecimientos diurnos, las tabernas-cafeterías, las panaderías-cafeterías y otras denominaciones peculiares que, en el fondo, esconden el ejercicio puro y simple de una actividad hostelera (prestación de servicios de alimentos y/o bebidas mediante precio). Durante los 3 últimos años –de durísima crisis económica- la oferta de servicios hosteleros se ha podido incrementar en un porcentaje entre el 7% y el 9%; en consecuencia, la unión de crisis de consumo, crisis de consumidores e incremento de la oferta, sabemos que significa malestar, críticas y protestas de los titulares de establecimientos antiguos.
b) Cualquiera puede entender ese malestar; el problema es conocer cuál es la situación y la solución, que desde luego no es el que un ayuntamiento impida el ejercicio de nuevas actividades, ya que sus rectores también están sometidos al imperio de la ley. Sin embargo el entorno institucional sí que puede hacer algo:
- En primer lugar, negar la más mínima ayuda que sirva para incentivar la creación de nuevas empresas en un mercado saturado.
- Complementariamente, podría favorecer a los establecimientos antiguos apoyando la adquisición de los mismos a través de apoyos a la inversión y financiación por parte de nuevos inversores.
- También se podría facilitar -aún más- el traslado de licencias de actividad para que los locales con decenas de años mantuvieran un activo patrimonial realizable y no inmovilizado (o inservible).
c) A todo lo anterior, alguien – o todos- debería más hacer una campaña de información o divulgación: Caminamos hacia una burbuja tan evidente como ha podido ser la inmobiliaria. Este Pais, esta sociedad, no puede tener capacidad de gasto para permitir sobrevivir al número de establecimientos que existe (y su incremento). Cada vez que se abre un local alguien vende menos, y cada vez que se abre un establecimiento la crisis de facturación aumenta para todos, salvo para las arcas municipales por las Tasas que perciben, y para la Hacienda Foral por el acceso al mercado de nuevos contribuyentes (además de todos los ingresos derivados de los costes de instalación de los nuevos emprendedores). Pero nadie divulga que nuestra población no va a poder sustentar tantas unidades empresariales y esto es algo censurable porque, aunque no se pueda impedir la creación de esas nuevas empresas, sí se les podría exigir un Plan de Empresa para que valoren las posibilidades de éxito y los riesgos. Voy con un ejemplo: existe un problema gravísimo con los establecimientos diurnos cuyos titulares – una vez conseguida la licencia- ignoran o pretenden hacerlo las consecuencias de tener una actividad diurna en lo que a horarios se refiere (cuando la base condicionante para la obtención de esa licencia ha sido precisamente el horario diurno); y de ahí se pasa al socorrido discurso de que “estamos discriminados …, perseguidos …”, “no hay derecho a que nos traten así…”, “qué va a hacer la Asociación para conseguir igualar nuestros derechos a los establecimientos que podríamos denominar no diurnos…“. Y mientras tanto, estos últimos, los no diurnos, no se cansan de evidenciar las infracciones que cometen los anteriores…; y los demás en medio de la guerra…; y las instituciones calladas o superadas por la propia norma que han aprobado.
En esta situación, las empresas – todas- se ven afectadas por lo expuesto: más oferta con menos o igual demanda; y ¿cómo mantener la actividad?: bajando los precios, en ocasiones a precios de derribo; y no siempre ésta es la solución porque a veces olvidamos que el consumidor ahora nos elige … y no sólo por el precio. El consumidor empieza a elegir el destino de su gasto considerando otras cuestiones como:
- El servicio: compostura o presencia, trato y profesionalidad.
- La oferta: diversidad, calidad y presentación.
- Las instalaciones: mantenimiento, limpieza y confort.
Ignorar estas cuestiones es poner en peligro el futuro de la actividad con la que el titular aspira a sobrevivir. Pensar que exclusivamente el precio va a ser la elección es ignorar que tan pronto el vecino iguale precios estaremos en la misma situación que antes, sólo que con menos rentabilidad.
Dejemos de quejarnos de que al lado nuestro nacen nuevas actividades: eso es imparable, legal…; lo mismo que nacen nuevas zapaterías, tiendas de textil y otro tipo de comercios. Y vienen para quedarse, y para compartir la participación que otros tienen en el mercado. Y si alguien tiene la solución, todos estaremos encantados de escucharla, difundirla y en su caso apoyarla.
Ángel T. Gago
Secretario General Ejecutivo