LEGISLA, QUE ALGO QUEDA
No puedo ocultar la fatiga que me produce la constante promulgación de leyes que, en demasiadas ocasiones, intentan tapar carencias institucionales, impotencias sociales u otras circunstancias. Esas actuaciones legislativas me generan una rebeldía que no puedo ocultar y que quiero compartir con vosotros.
La idea de establecer esta reflexión nace nada más tener conocimiento del Proyecto de Ley sobre Adicciones (Gobierno vasco), pero su germen ya estaba anidando en mi memoria con motivo de recientes acontecimientos deportivos y ciertas actuaciones institucionales. Lo explico:
1. Sobre esto último soy incapaz de transmitir la sensación que tengo: se abren expedientes a equipos de fútbol porque un número determinado de personas han gritado determinadas consignas ofensivas. Perfecto!; como ellos dicen, todo sea para erradicar la violencia en el deporte pero, ¿contra quién van a actuar cuando esos hechos y muchos peores tengan connotaciones políticas (quema de banderas, insultos a autoridades, insultos a nacionalidades,…)?. ¿Contra quién van a actuar?. ¿Serán capaces?. ¡A que no!.
2. Y de esta reflexión, paso a la siguiente, a la que más de cerca nos toca: varias décadas…, por no decir toda una vida…, asistiendo al consumo de alcohol por menores, y no precisamente en bares (por lo menos la mayoría de las veces). Jamás una medida eficaz, seria, rigurosa, contra ese menor que adopta un comportamiento censurable; y siempre estableciendo legislaciones señalando con el dedo a otros colectivos: menos mal que ahora no sólo es el hostelero, pues la legislación que se intenta promulgar, también afecta a medios de comunicación (escritos, audiovisuales), tiendas,…. El problema es que el dedo legislativo señala en una dirección, para que no miremos hacia la mano que lo sostiene y evitar hacerlo respecto a sus propias responsabilidades.
La prohibición de consumo de alcohol por menores ha sido una constante hasta donde alcanza mi memoria…, no es nada novedoso…, y los resultados saltan a la vista. Que quede claro: lo que menos me preocupa, por no decir nada, es que nuestros establecimientos no puedan servir alcohol a menores: llevamos décadas así y jamás ha existido una crítica asociativa. Es decir, en este caso, resulta innecesario defender al hostelero, porque la inmensa mayoría conoce y respeta esta norma, pero lo que nos duele es que una acción o descuido puntual del titular o sus asalariados, pueda generarles problemas como los que contempla el régimen sancionador, mientras el menor se sigue cachondeando de leyes y obligaciones.
Ahora el legislador intenta delegar en el ámbito municipal el consumo de bebidas alcohólicas en la calle (fuera de las terrazas o veladores), y nos cuesta imaginar a los agentes investigando el tipo de consumición que puede contener un vaso, o nos cuesta imaginar cómo piensan actuar en esas zonas que hoy en día se han convertido en puntos de reunión de familias y cuadrillas y que hasta el inicio de la noche, constituyen el punto de encuentro de ellas. Si no tenemos problemas suficientes, pretenden crear otros nuevos mientras el botellón alcanza límites intolerables.
Y dicho esto, el legislador debería enfrentarse a su verdadero problema, que es muy fácil de identificar: el menor comienza a beber en la mayoría de las ocasiones en las fiestas populares, en las txoznas, en el botellón en la calle; en todos esos lugares donde la propia administración tiene responsabilidad. Y en todos estos casos, ni la experiencia pasada ni el texto que se vislumbra en el Proyecto de Ley sobre Adicciones, presenta actuaciones sensatas, pragmáticas y que merezcan por lo menos un margen de duda y de confianza para ver que la situación va a cambiar.
• Lo que el legislador debe indicar es cómo va a impedir que un medio de comunicación audiovisual deje de emitir publicidad sobre bebidas alcohólicas desde otras partes del estado (es más, debería razonar el por qué hay que limitar esa publicidad).
• El legislador debe explicar el daño que causa el anuncio de patxaran, por ejemplo, en un frontón.
• El legislador no sabemos cómo va a actuar ante tantos certámenes, ferias y exposiciones en los que sin duda aparecerán productos alcohólicos o de tabaco.
• El legislador tendrá que justificar por qué se pueden autorizar consumos en vía pública de alcohol en fiestas populares (San Fermines, Celedón, Aste Nagusia,…), y esto no pueda hacerse en otros momentos o lugares.
• El legislador podría explicar muchas cosas pero, sin duda, no lo va a hacer…, porque carece de explicación. Y conste que la culpa no es del consejero, sino más bien de un conjunto de tecnócratas que en lugar de asumir sus responsabilidades, intentan desviarlas hacia otras personas, empresas o entidades.
En todos los casos intentan poner puertas al campo (a las nuevas tecnologías en Publicidad)…, intentan delegar responsabilidades en otros (los Ayuntamientos)…, intentan que todos miremos en la dirección del dedo para que no nos apercibamos de que el cuerpo que sostiene esa mano (y dedo) no es capaz de arbitrar aquellas medidas que sí supondrían un cambio en la actitud de los jóvenes:
• Actuar sobre el menor, directamente sobre el menor, reprendiendo su conducta y con sanciones muy ejemplarizantes.
• Sancionar la reincidencia con seriedad y corresponsabilidad a los padres.
En definitiva, el legislador pretende perseguir una publicidad que se puede generar más allá de las fronteras autonómicas…; pretende perseguir anuncios en prensa porque pueden dañar nuestras (débiles) capacidades mentales o fuerza de voluntad…; pretende legislar múltiples iniciativas, menos lo que realmente debe hacer. Saldrá la ley y el menor (y el mayor) campará a sus anchas con el botellón, dañará su cuerpo en fiestas populares, incluso políticas, actuará con una inconsciencia consentida por el entorno familiar y legislativo; pero siempre el legislador podrá ocupar primeras páginas de periódicos identificando a una tienda que ha podido vender indebidamente un producto (que por cierto siempre podría ser adquirido a través de un indigente o un mayor insolvente), o divulgando mediáticamente el intenso esfuerzo que hacen en pro de la mejora de unos comportamientos juveniles que han ido empeorando a lo largo de todas estas décadas.
Vigilemos el dedo acusador: Una nueva ley, una asignación de responsabilidades a otros y una exquisita protección (comprensión) al menor que no voy a decir por donde se pasa la legislación vigente. Y así décadas.
Ángel T. Gago
Secretario General Ejecutivo